martes, 22 de abril de 2014

ARQUITECTURA SIN DOLOR

Por Arq. Alberto Ortiz 
Coordinador de la carrera de Arquitectura


Proyecto Arévalo, Alberto Ortiz, 2004
En una tarde lluviosa de julio del 2004, acompañado de una buena taza de café, sentado frente a mi tablero de dibujo, me encontraba bocetando las primeras ideas para la casa de habitación de un familiar. Medité sobre la plática que sostuve con él, una semana atrás. Recordaba cómo esbozó con palabras cada uno de los espacios de su casa, recuerdo ese momento mágico: “Un elemento central luminoso en la médula del vestíbulo, este acento será un perol grande donde habrá piedras blancas semitraslúcidas con destellos brillantes. Bajo ellas, unas luces azules proyectarán un espectro azuloso hacia el blanco cielo falso de la doble altura del vestíbulo. De fondo, la pared de placas de concreto expuesto bajo una luz cálida tenue proyectada desde el piso…”. Me pregunté, ¿qué arquitecto no se inspiraría cuando el que morará el espacio describe así, poéticamente, la arquitectura?

¿Arquitectura sin dolor? ¿Existe realmente una arquitectura donde el dolor se calme? Nunca imaginé hacer arquitectura sin dolor. Desde hace veinticuatro años me desempeño como arquitecto, como diseñador y como soñador. También he tenido el privilegio de ser docente por más de un cuarto de siglo. Inicié mi faceta como docente antes de graduarme, primero como instructor y luego como profesor titular. Ha sido interesante el poder mezclar ambas etapas de mi quehacer profesional, con mi vida particular y sobre todo con mi forma de ver y entender a la sociedad, a la cual proyectamos nuestros diseños, desde la perspectiva muy particular, de la forma de cómo el usuario absorbe el espacio, ya sea con un rechazo, una aceptación o resignación plena.

Hace poco tiempo atrás, escuché un término desconocido para mí. Este prácticamente describe, en forma de parábola, el término arquitectura: Pausilypon. Su nombre deriva del griego pausilypon que literalmente significa “un respiro de peligro” o “que puede curar el dolor”. Un nombre relacionado con el paisaje hermosísimo que se disfruta en una zona de Nápoles, la colina de Possilipo, lugar donde se calman los dolores terrenales.

PARCO ARCHEOLOGICO PAUSILYPON,  NAPOLI, ITALIA


De esta manera, los Pausilypon se convirtieron en lugares mágicos para los romanos, espacios privilegiados que dignificaban el alma y el espíritu, donde se podía renacer y liberar el alma, donde se calmara el dolor. Todos tenemos un Pausilypon, ya sea espiritual o físico, un lugar donde nos encontramos en confort pleno. Esto me lleva a pensar en otro término: Algología. Esta es la ciencia que estudia cómo calmar el dolor, entiéndase como dolor cualquier dolencia sensorial o emocional que poseemos los seres vivos.

Por lo tanto, para mí la arquitectura debería de ser así: una arquitectura algológica, aquella que genere espacios donde no exista el dolor, donde todo funcione correctamente, donde la ciencia, la tecnología, la función y el espacio se fundan sin dolencias ni errores, sin padecimientos, sin dolor.

La arquitectura es la transformación del espacio natural a un espacio edificado para satisfacer necesidades espaciales del ser humano, ya sean individuales o colectivas. Es la materialización de un pensamiento creativo, plástico, poético, seguro y funcional, con mucho respeto, en primer lugar, al ser humano, al medio ambiente, a la cultura y a la sociedad, con un buen conocimiento y dominio de la técnica y ciencia, pero, sobre todo, con respeto a la arquitectura misma.

Esta disciplina ha transformado mi pensamiento, la forma de ver las cosas y sobre todo la incidencia, el compromiso social y cultural que tenemos los arquitectos para con la humanidad. Los productos arquitectónicos son nuestros, de los arquitectos que los creamos, así como las obras de arte, pinturas, esculturas, obras literarias son de los respectivos autores. Sí, proyectamos los espacios para otras personas, pero el producto, en su esencia, es de los autores diseñadores. Por ejemplo, toda la obra del Arq. Ricardo Legorreta tiene su marca muy personal, expresada en sus formas geométricas, colores fuertes y contrastantes, texturas, una arquitectura masiva, pero ritmada.



PROYECTOS DE RICARDO LEGORRETA
De igual manera la arquitectura de Richard Meier, con toda su arquitectura en blanco. Cabe aclarar que estas tendencias pueden cambiar o evolucionar con el correr del tiempo, la creación formal puede ser influenciada por diversos factores, como nuevos materiales y tecnologías emergentes a disposición de la arquitectura.



PROYECTOS DE RICHARD MEIER


Otro ejemplo muy ilustrativo es la arquitectura de Zaha Hadid, con una plástica exuberante y un dinamismo espectacular. Un derroche de forma y movimiento. Ella se expresa así y es su arquitectura plástica la que predomina en su obra.



PROYECTOS DE ZAHA HADID


A través del desarrollo de los proyectos he podido entender mejor a las personas, a las cuales les he proyectado y este entendimiento me hace reflexionar sobre la manera en que interaccionamos los seres humanos, en sociedad o como individuos. Me ha llevado a generar una arquitectura racional y lo importante que es el espacio para crear una habitabilidad arquitectónica con conciencia y con ciencia, impregnando mi concepto propio del espacio arquitectónico.


PROYECTOS VARIOS ALBERTO ORTIZ

La habitabilidad se comprende como la capacidad de ser habitado un espacio de acuerdo con ciertas condiciones específicas y únicas. La habitabilidad está íntimamente relacionada con el confort pleno, térmico, acústico, espacial, constructivo, ergonómico, económico, psicológico, ambiental, cultural… Es la búsqueda de este confort espacial e integral que satisfaga plenamente la habitabilidad del ser humano en su esencia y su ser… ¡Eso es arquitectura! A eso me refiero cuando declaro la responsabilidad profesional que tenemos en la incidencia espacial de los lugares donde el ser humano desarrolla sus variables actividades cotidianas, como individuo y como sociedad, en plena interacción con un medio que lo rodea, que dicta normas y una forma de vivir.

El arquitecto romano Marco Vitrubio Polión (siglo I A.C.) definió los tres pilares en los que  se sostiene la arquitectura: filmitas, utilitas y venustas, en otras palabras, la firmeza, referente al sistema constructivo y la seguridad integral del proyecto; la función, la utilidad del espacio y la interacción de los mismos, y por último la belleza, entiéndase como la correcta aplicación y conjunción de los principios y fundamentos del diseño, para crear arquitectura poética. Ninguna puede existir sin las otras dos, es una triada inseparable. Aquí mi punto medular, en el que fundamento mi visión y definición de la arquitectura, el componente funcional y el componente constructivo pueden estar acorde a las necesidades y a especificaciones técnicas, pero sin poesía no hay arquitectura. Lo más importante de ello es el resultado de la fusión de esa triada, que se resume en confort íntegro… ¿para quién? Para el que vive el espacio.

Por naturaleza misma, el ser humano ha impregnado de arte su mundo, su entorno. Es una necesidad que se encuentra en su ADN, es natural, es un medio de expresión e interpretación de su entorno, expresado de diversas maneras. Allí esta la magia. La aplicación del arte en arquitectura es básicamente la ordenación de los espacios, de cómo deben funcionar correctamente las relaciones entre ellos, el arte de ocupar la técnica y la ciencia, para que el espacio sea seguro y bello. La belleza es parte inherente del arte, muy subjetivo, sí, pero necesario.

Creo en aquella arquitectura en la que todo tiene un objetivo final: crear espacios bellos y funcionales integralmente, en plena armonía con la cultura, el medio ambiente, la sociedad y sobre todo…. con el morador del espacio.

Creo en la algología del espacio, en la arquitectura algológica… en la arquitectura sin dolor. 




Imágenes:

www.napolike.it/pausillypon-sugestioni-all-imbrunieri-settembre-ottobre-2013
1 .- http://www.animalpolitico.com/2011/12/aqui-las-obras-mas-reconocidas-del-arquitecto-ricardo-legorreta/#axzz2yYFOYtK3
3.- http://www.flickr.com/photos/27966213@333208256
4.- http://www.jlv.it/en/JLV-Hotel-SPA.html
5.- http://www.uimunicipalistas.org/redes/redurbanismo/?page_id=443
6.- http://www.uimunicipalistas.org/redes/redurbanismo/?page_id=443
7.- http://www.disenoyarquitectura.net/2013/09/los-muebles-de-zaha-hadid.html
8.- http://arqhoy.blogspot.com/2009/06/especial-proyectos-increibles-zaha.html



jueves, 10 de abril de 2014

Reflectancia en mi HDR 2.0 con Sherwin Williams como padrino

 Por Iris Angulo

Quitarse el miedo y poner a prueba la creatividad es algo que aprendí con el concurso Concepts in color de Sherwin Williams. Este concurso, cuya primera edición fue en el 2013, consistió en que personas mayores de 18 años crearan un producto nuevo, estos podían ser mobiliarios, luminarias o algún accesorio.

Como en todo concurso, había ciertas pautas a seguir. La más interesante de estas era basar nuestro diseño en alguna técnica fotográfica: vintage, macro, HDR o blanco y negro. En mi caso elegí HDR. La elegí al azar… porque, acá en secreto, ni siquiera sabía en qué consistía.  Sin embargo, con un poco de investigación me di cuenta que es una técnica fotográfica fascinante. Para ilustrarnos: HDR significa High Dynamic Range Imaging y es una técnica para procesar imágenes que busca abarcar el mayor rango de niveles de exposición en todas las zonas. Esto se consigue mediante la mezcla de varias fotos de la misma imagen con diferentes exposiciones”.

 Al ya tener la técnica en que me basaría, comencé a bocetar ideas para una luminaria. Entre tanto dibujo encontré “el perfecto” que se relacionaba con mi inspiración. Posteriormente realicé un “racional” (este consiste en una simplificación del dibujo inicial, como un boceto depurado); el cual explicaba mi concepto en que me había basado y todas mis ideas relacionadas a  la luminaria. Todo esto lo mandé al correo del concurso. Tan solo me respondieron con un “recibido”.


Pasaron algunas semanas antes de que dijeran los resultados de quiénes habían pasado a la etapa final. Un día, mientras recibía clases en la universidad, recibí la llamada. Me dijeron esto: ¡Había quedado entre los finalistas!  Y que necesitaban darme más información de la siguiente etapa al día siguiente y blablablá. ¡Qué maravilla! ¡Ya estaba entre los finalistas! ¡Y era la primera vez que participaba en este tipo de cosas!

Cuando llegué a la reunión estaba muy nerviosa, ahí conocí a los demás participantes. La encargada del concurso nos presentó los parámetros de la siguiente fase y nos dijo que contábamos con $150.00 para elaborar el artículo. Además, ellos nos darían la pintura u otro producto que llegáramos a necesitar para la elaboración del proyecto. Para que quede claro: Sherwin Williams nos apadrinaba toditito.

A partir de ese día, teníamos dos semanas para entregar el producto. ¡El tiempo era cortísimo! Y lo peor, yo nunca había mandado a hacer algo. Durante esos días estuve averiguando talleres donde mandar a hacer mi pieza, que era de metal. Intenté en varios lugares y me daban respuesta como “No se lo podemos hacer”, “El chico encargado de esa área se lastimó el brazo”, hasta llegar a lugares en que me daba mal espina en que no me terminaran las cosas a tiempo. Muy decepcionada llegué al punto de resignarme y decir: “Bueno, llegué a las finales… está bien”. Pero lo que yo quería era ver mi luminaria ya hecha.



Casualmente esa semana, varias de mis compañeras de mi carrera universitaria estaban entregando sus proyectos finales para una materia de Diseño del Mueble. Una de ellas me comentó el lugar donde había hecho su luminaria. Decidida por intentar una vez más fui a ver al lugar. Por suerte el dueño del taller fue muy amable, se notaba que tenía experiencia trabajando con el metal y prometió tenerme el proyecto para días antes de la fecha de entrega.

Durante la fabricación visité mucho el taller para ver el proceso, o para llevar la pintura, que fue otro aspecto interesante de mi aprendizaje. Yo opté por pintar mi luminaria con pintura automotriz por mi concepto, pero lo que no sabía es que para poder aplicar una pintura como esas se lleva un gran procedimiento y varios tipos de productos.

Al cabo de unos días… ¡Mi luminaria estaba terminada! ¡Me sentía muy feliz al ver realizado mi diseño!, Tal vez lo único que lamento es la elección del metal como material base, porque la luminaria se volvió muy pesada. El nombre con el que la bauticé fue HDR 2.0.



Al final no gané. Pero como experiencia para proyectos futuros agradezco la oportunidad que Sherwin Williams nos dio. Este tipo de iniciativas fomentan el diseño en el país y nos hace creer en nosotros mismo. Al principio no siempre las cosas van a ser fáciles, pero con esmero y dedicación todo se puede volver posible. Al tener la oportunidad de experimentar nos vamos dando cuenta de que algunas decisiones que tomamos sobre algo no fueron las más certeras. Aprender de nuestros errores es la clave para seguir adelante y darnos cuenta de que existen varias soluciones para un problema.