martes, 18 de febrero de 2014

Muebles: sus vidas escondidas

Por: Diana Escobar*



Hay en el aparador una silla roja. La quiero. Todo mi ser me dice que debe estar en la esquina de mi habitación… entonces me acuerdo que ya tengo un lugar dónde leer. Pocas veces nos preguntamos por qué compramos un mueble. Las respuestas puede ir desde “Porque lo necesito”, “El anterior ya no funcionaba” hasta el utilísimo “Quería algo diferente”.

Necesitar algo es que sin el objeto en cuestión no podría llevarse a cabo alguna actividad. (No se puede cocinar sin cocina, aún de leña.) “Que no funciona” parte del hecho que ya no satisface la necesidad (se dañó) y el “quiero algo diferente” proviene de expandir los horizontes... Independientemente de dónde provenga la respuesta, el mensaje intangible pero implícito es: necesito un nuevo comienzo

Una vez leí en un libro que los espacios carentes de mobiliario no son más que lienzos en blanco. Un lienzo insípido, carente de cualquier sentimiento, recuerdo y tan impersonal que sería impreciso determinar qué tipo de persona es el dueño del espacio transgredido. Todos, de una u otra forma, atribuimos al mueble el demostrar un estatus social, expresar la cultura o representar la estética a través de un pensamiento mayor. Pocas personas se toman el tiempo de analizar las implicaciones subjetivas que esconden. 


De biografías

Creo, como muchos, que el mueble determina a través de sus límites un mundo biográfico. Aporta quien es el usuario pero también agrega el mensaje de que pueden esperar o encontrar las personas en el dueño. Al fin y al cabo, ¡qué sentido tiene jerarquizar o denotar un estatus con un bien que en muchas ocasiones es producido en masa! Sí, en masa, para todos… ¡Y no me importa que todos digan lo contrario! Para mí el mueble representa algo más que una objeto que por adquirido brinda estatus social. Hacerlo sería un intento desesperado de mostrar un espejismo vago que se aleja años luz del mundo real en el que todos vivimos.

Al igual que el físico atrae, lo más simbólico que se esconde detrás de un mueble es el “¿por qué?”. El criterio de selección de un mueble puede variar de una persona a otra… los motivos por los que elegimos un sofá y no otro al igual que las emociones son algo tan personal. Haruki  Murakami escribió una vez: “Siempre he creído (…) que en la elección de un sofá uno demuestra su categoría. El mundo del sofá tiene unas reglas propias que no puedes transgredir, (…) para adquirir un buen sofá, hace falta juicio, experiencia y filosofía. Cuesta dinero, pero no basta con gastar dinero”.

El valor sentimental del mueble está ligado a la historia que iniciamos con él. Es como enamorarse a primera vista; ese preciso instante en que el objeto te hace suspirar, idealizar un futuro y quererlo con ansias porque sabes que es el único que complementará a la perfección la misión que llevas a cabo. Ahora sí entiendo cuando mi familia no quiere deshacerse de un mueble viejo porque “tiene un valor sentimental”, o como dijo mi madre: “fue la primera silla que compré”, “perteneció a tu bisabuelo” o algo similar.

Aquí yace la vida vivida

Con el uso del objeto el sustantivo “mueble” se hace verbo.  Adquiere vida a través de las escenas que almacena y de lo que una vez se realizó dentro de sus límites. Los muebles nos ayudan a sentar el precedente tangible y asequible a los sentidos que nos recuerda que un día como hoy algo inicio, algo fue recordado o algo terminó y esas escenas se borraron junto con el mueble. El mueble es ese “ver para creer” que el hombre necesita; la prueba de como inició una actividad, las metas y las proyecciones a futuro que descansaron en el objeto. Como mi mesa de dibujo que mi padre me dio hace cuatro años: ella –sí ella me ha hecho de alguna manera esto que soy.

Está la contraparte: dejar ir. Cambiamos de mueble cuando hemos decidido soltar el pasado, reescribir la historia y comenzar con nuevos bríos… cuando nos damos cuenta que lo que creíamos ideal ya no es suficiente, porque existen muchas historias más que deben iniciarse… Ahora, ¿cuál es el comienzo del que te habla la silla en la que estás sentado ahora? Levántate, mírala y sonríe: ¿por qué la elegiste como compañera?



*Estudiante de 4.° año de Arquitectura de Interiores. Texto elaborado para Diseño del Mueble, con Lic. Helen Navas/ Imagen: Inflorescencia Fotosintética: casa MD3. Propuesta ganadora del concurso Reto Urbano: Urbánica (noviembre 2013)


viernes, 14 de febrero de 2014

Nuestra parte de la historia


La información cae en nuestros escritorios –virtuales y físicos– de manera vertiginosa. Acumulamos gigabytes de películas, fotografías, juegos y textos en nuestras portátiles. Ya para nosotros tener una memoria de 32 gigas es poca cosa. Jamás como ahora habíamos sido capaces de comunicarnos con tantas personas. Jamás habíamos tenido tantos datos como ahora. 

 Con esta avalancha de información en la red, el Equipo de la Escuela de Arquitectura de la UJMD se aventura a decir lo suyo. Porque no todas las historias están contadas. No todos los actores se han pronunciado. Es por eso que creemos necesario rememorar, contar, narrar, reflexionar, informar desde la academia, la docencia y las aulas lo que nos mueve: el diseño y la arquitectura.

Hablar de enseñanza y arquitectura da para una biblioteca entera. La nuestra es una misión honesta y sencilla. Queremos contar lo que nos gusta, nos mueve y nos hace ejercer este oficio a diario. Traeremos a esta casa, nuestro blog, textos, galerías fotográficas, muestras visuales de proyectos, reflexiones y cuanto material nos conmueva, nos haga pensar, reflexionar y convertir la realidad. Presentamos este día el blog de la Escuela de Arquitectura. Sean bienvenidos, ustedes son nuestros invitados de honor.


 Equipo de la Escuela de Arquitectura


Imagen: Detalle de Representación Gráfica Académica (2011)/ Autor: Arq. Alberto Ortiz